Edilberto Guevara
La discriminación racial, cultural, económica y social eran una constante en el mundo de los sesenta y las luchas por la igualdad se daban en muchos frentes, el "We shall overcome" de Martin Luther King resonaba como una profecía, las sufragistas femeninas, los intentos de integración racial en los Estados Unidos, las luchas anticolonialistas, la naciente y absurda guerra de Vietnam y el descubrimiento de la terminología del tercer mundo, la guerra fría, los Beatles, Bob Dylan y Joan Báez, el increíble Zorba el Griego y Simplemente María, ¡El Plebeyo!, y Cholo soy, y el baile de las debutantes del Club Nacional, la escisión del mundo comunista, el descubrimiento de los transistores que revolucionó la tecnología, la creación de la OPEP, el primer satélite al espacio tripulado por la perrita Laika, el programa de Cooperación Popular de Fernando Belaunde nos hizo volver los ojos al descubrimiento del Perú sus eternas posibilidades, sus injusticias seculares y su abandono sin nombre. Apenas saliendo de la adolescencia, estudiar ingeniería agrícola y sentir que uno va a cambiar el mundo es una sensación trascendental. Por eso me uní a los compañeros que habían creado el Movimiento de Unidad Estudiantil (MUE) que aglutinaba a muchos estudiantes, marxistas, cristianos, socialistas, anarquistas, progresistas, humanistas, demócratas por un mundo mejor, poetas, científicos sociales, libertarios, curiosos, entusiastas, que de una forma u otra querían colaborar - unos con sanas intenciones y otros con intereses políticos calculados- para eliminar el hambre, la miseria, la injusticia, la discriminación y la desigualdad del mundo que estábamos conociendo. Mi participación como miembro de la Asamblea General Universitaria en representación del MUE definió fuertemente muchos de los propósitos de mi vida. Como todos los que intervenimos en esa época, y no sólo los del MUE, sino también los del ARE (Apristas) y los del MIN (Acciopopulistas), creíamos, y probablemente que todavía creemos, que nuestro destino histórico social generacional era y es el camino del cambio y la transformación de nuestra patria haciéndola, más solidaria, más justa y más consciente de sus riquezas y sus inmensas posibilidades. La Molina, creo que me dieron el impulso necesario para seguir haciendo historia. Al ver las intenciones personales de algunos integrantes del movimiento, me alejé de la política, porque, además, estaba obligado a concluir los estudios en el más breve tiempo posible.
La FEUA y la política en La Molina
Diego Toledo
Cuando ingresamos en 1963 gobernaba el general Nicolás Lindley López, quien el 3 de marzo de ese año tomó el mando del gobierno establecido el año anterior por el general Ricardo Pérez Godoy y del que él formaba parte junto a otros altos mandos de las Fuerzas Armadas. El 28 de julio de ese año asume la presidencia el arquitecto Fernando Belaúnde Terry con el partido Acción Popular.
Juramentación de todos los centros federados y de la
Federación de Estudiantes de la Universidad Agraria (FEUA)
Eran tiempos de efervescencia política en todas las
universidades, principalmente de pugna entre el APRA y los izquierdistas y el
surgimiento del social cristianismo en la PUCP. El Congreso estaba compuesto
principalmente por bancadas del APRA, la Unión Nacional Odriísta, Acción
Popular y la Democracia Cristiana, estos dos últimos gobernaban en la alianza
AP-DC.
Cuando ingresamos el presidente de la Federación de Estudiantes
de la Universidad Agraria era Luis Guiulfo Zender. Lo sucedió, si recuerdo
bien, (?) Anderson de Acción Popular por dos años y luego fue (?) Frías del
MUE. Se elegía a dirigentes de la FEUA y de los Centros Federados de cada
facultad, de donde salía la representación de tercio estudiantil a la Asamblea
Universitaria, el Consejo Universitario y los Consejos de Facultad.
Tuve oportunidad de formar parte del Consejo de Facultad de
Ingeniería Agrícola siendo decano el arquitecto Jorge Quiroz y a la vez
representante a la Asamblea Universitaria, donde apoyé la elección como rector
al ingeniero Carlos Vidalón Gandolini. El 1967 formamos con Luis Felipe
Derteano y otros el Frente Estudiantil Social Cristiano (FESC) inspirados por
la publicación de la Encíclica Populorum Progressio del Papa Paulo VI.
Segundo Semestre de 1966
Los alumnos siempre fuimos evaluados en nuestro desempeño
académico y surgió en la FEUA la iniciativa para que los profesores también
sean evaluados. La idea era razonable y tomó cuerpo en una comisión que hizo
una propuesta que fue aprobada en Consejo Universitario con el voto en contra
de los estudiantes. La FEUA insistió en su inconformidad y los docentes
aceptaron que esa resolución podía mejorarse con los aportes de los estudiantes
y aquí surgió el conflicto. La FEUA exigía que se derogue la resolución
anterior y no se aplique y los profesores querían solo mejorar la aprobada. Así
de tonto fue el conflicto y nuestra exigencia era una especie de humillación a
los profesores por ese acuerdo imperfecto. Los profesores rechazaron el pedido
de la FEUA y luego de una Asamblea General de Estudiantes en el patio del
Pabellón de Química nos fuimos a la huelga indefinida.
La primera semana íbamos a La Molina, pero no ingresábamos a
clases. Veíamos asombrados al Dr. Orlando Olcese dictando su clase de
Bioquímica a una clase vacía, llenando y borrando pizarra y dispuesto a
responder cualquier pregunta de los alumnos ausentes. La clase estaba dada y no
la repetiría. Así, pasaron más días y no se veía solución. El rector convocó la
Asamblea Universitaria, de la que yo era miembro, y recuerdo el impacto que me
causó la intervención del profesor José María Arguedas, llamando a la reflexión
sobre el necesario diálogo y compromiso de todos con la institución.
Jorge Tanaka, estudiante de Ciencias Sociales y dirigente de
izquierda, azuzaba el conflicto y se paseaba por la universidad con una pistola
en la cintura, lo que me causaba indignación. Hace pocos años Tanaka reapareció
en un almuerzo del Día del Reencuentro y tuvo el cuajo de contarme que en esos
días se metió a la oficina del rector Carlos Vidalón y le puso la pistola sobre
la mesa para amedrentarlo. Vidalón, por el contrario, y en ejercicio ejemplar
de su autoridad llamó al presidente de la FEUA y le dio plazo hasta el
siguiente lunes para que regresemos a las aulas, caso contrario se recesaría el
semestre y nos volveríamos a ver en abril de 1967.
Otra Asamblea General de Estudiantes y con argumentos de “no
podemos aceptar amenazas, etc.” Se decidió no levantar la huelga. Llegó el
lunes y como baldazo de agua fría salió la resolución del rectorado recesando
el semestre. Los profesores se dedicarían a mejorar sus cursos y a hacer
investigación y las clases comenzarían en abril. En ese tiempo, salió el nuevo
procedimiento de evaluación de profesores mejorado y todo volvió a la
normalidad.
Ramón Ferreira
El recuerdo me lleva a mi paso como representante
estudiantil ante el Consejo Directivo de la Universidad. Experiencia adquirida
y compartida con otros compañeros y profesores que conformábamos el equipo de
trabajo para tomar decisiones en aras del bienestar de la UNALM.
Carlos Quirós
Me acuerdo que uno de los líderes izquierdistas más
recalcitrantes era un tal Wilfredo García Leigh con sus discursos incendiarios
y según el rumor era agente de la CIA, por ser el estudiante eterno que nunca
acaba. Otros también muy elocuentes eran Sarmiento que tenía un Studebaker
verde, y Alberto Gonzáles, alias flaco Manzana. A los dos últimos los
reencontré en 1996 cuando eran funcionarios de MINAG y yo estaba de sabático
trabajando con Rudy Muñante el entonces ministro que fue tomado de rehén en la
residencia del embajador del Japón, acabando así prematuramente mi estadía.
En los frecuentes mítines que había eran comunes las
trifulcas y una vez se agarraron dos de ideologías opuestas. Uno era un
alfeñique, pero bien cáustico en sus discursos y el otro era “maceteao”. El
segundo pensó que tenía la pelea ganada, pero para su sorpresa el debilucho
sabía judo así que el pobre cayó cuan largo era apenas hicieron contacto. Fin
de la pelea. Otro día más en la UNALM.

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