martes, 1 de septiembre de 2020

17.1 RECUERDOS DE NUESTRO QUERIDO AMIGO ROBERT BURNS RANGEL

 

Robert Burns Rangel

Carlos Quirós Raffo

Después de mi primer año en la facultad de Agronomía de la Universidad Católica, a la que entre en 1963 por flojo, ya que al ser relativamente nuevo el examen de admisión era muy fácil comparado con los de las universidades estatales, me trasladé a La Molina. Entré a la PUC recién salido del colegio La Salle, y rápidamente me di cuenta de las deficiencias que allí había, ya que tenía muy pocos profesores a tiempo completo, la mayoría venía como profesores itinerantes de otras universidades, en su mayoría de la UNALM por supuesto para estos profesores darnos clases era una actividad adicional y sus ausencias eran muy frecuentes.

Veía con envidia a otros muchachos que habían ingresado a la Agraria, sobre todo al ver el campus tan bonito con un huerto de frutales y hortalizas, ganado, maquinaria, laboratorios, biblioteca, edificios por doquier, antiguos y nuevos. Sobre todo, la ubicación y la planta de profesores, muchos regresando de afuera con doctorados (ahí fue cuando escuché por primera vez el título PhD) y el sistema académico de créditos en vez de la rigidez de un currículo fijo como de colegio. Era realmente la era de oro de la Agraria. Decidí entonces, junto con otros iluminados de la Universidad Católica, entrar a La Molina en 1964 como trasladado. No solamente me aceptaron si no que me consideraron algunos cursos básicos que ya había tomado. Desgraciadamente entre estos no estaba Física II que fue el curso que me dio más zozobra ya que lo tuve que repetir tres veces y me puso en peligro de frustrar mis objetivos.

Fue en esas circunstancias que conocí al gringo Robert, el que entraba raudo al campus en su Buick 55 gris. Siempre amable y bien dispuesto me dio más de una vez un jalón a casa ya que no vivíamos muy lejos. Aunque en esa época no éramos grandes amigos, ya que el siempre aprovechaba su tiempo libre para jugar fulbito, deporte que a mí no me atraía por no tener la habilidad necesaria para hacerlo (lo interesante es que acabé siendo entrenador de uno de mis hijos cuando tenía ocho años, hasta ese momento no sabía que era algo que se aprendía, creí que se nacía sabiendo). No desarrollamos pues esa camaradería que uno normalmente adquiere cuando comparte la emoción de un deporte.

Socialmente fuera de la universidad era imposible compartir diversiones con Robert, como eran las fiestas y reuniones con chicas ya que en esa época él estaba casado y padre de familia, hecho que lo ponía en una categoría muy diferente a la de nosotros, inmaduros sin mayores responsabilidades fuera de aprobar los cursos de la universidad. Sin embargo, compartimos muchos cursos ya que ambos teníamos intereses comunes. Uno de ellos fue Principios de Horticultura dictada por Alfredo Montes y Miguel Holle, materia en la que teníamos que manejar nuestra propia parcela de hortalizas, desde preparación del suelo, siembra, limpieza, control de plagas y cosecha. Me acuerdo claramente el cuidado meticuloso que le daba Robert a su parcela, surcos perfectamente alineados, la tierra suave sin terrones, limpiecita sin ninguna mala hierba, era realmente la envidia de muchos de nosotros. Este curso fue como una epifanía para mí al descubrir El Huerto y sus habitantes, profesores jóvenes muy progresistas entrenados afuera con doctorados y maestrías, y sobre todo muy activos no solo en enseñanza sino también en investigación.

Aunque no tuve la suerte de poder hacer mi tesis ahí, ya que la hice en el Vivero con el gato Medina, al poco tiempo el Huerto fue mi segunda casa, junto con el laboratorio de Biología bajo el cargo de César Morán donde criábamos las moscas Drosophila, y lo veíamos armar y desarmar su microscopio creo que como terapia mental. Esto ocurrió al graduarnos de ingenieros a principios de 1968, siendo difícil conseguir trabajo con la flamante reforma agraria de Velasco que prácticamente excluyó a los agrónomos del panorama laboral.

Siguiendo el ejemplo y motivación de nuestros mentores, mi meta era continuar al postgrado, ideal compartido por Robert, así como Carlos Burga y Jorge Gonzales. Los cuatro optamos por Fitomejoramiento en el Programa de Graduados de La Molina siendo acogidos por Miguel Holle y César Morán como directores de tesis. Fue ahí donde tuve la oportunidad de desarrollar una amistad muy estrecha no solo con Robert, sino también con Carlos y Jorge. A veces los sábados se aparecía Robert con dos gringuitos que lo acompañaban en su auto, sus hijos Robbie y Paul.

Nuestros dos mentores excepcionales eran nuestros modelos a seguir, y no solo nos alentaban a especializarnos en el extranjero como ellos lo hicieron, sino que nos introdujeron al mundo de la investigación, de la importancia de aprender inglés y poder leer los últimos artículos científicos que hacían posible que estuviéramos al día de los descubrimientos en nuestra materia a nivel mundial. Leíamos descubrimientos que nos parecían inverosímiles, a mí en particular me intrigaba mucho el que se pudieran visualizar e identificar citológicamente los 12 cromosomas de tomate, realmente no lo podía creer. Quién iba a pensar que poco tiempo después lo iba estar haciendo rutinariamente como parte de mi tesis de doctorado. Miguel y César nos ayudaron a preparar solicitudes a universidades en el extranjero, conseguir apoyo financiero y apoyarnos con cartas de recomendación. Además, nos incorporaron a sus proyectos de investigación y con frecuencia teníamos que viajar con Miguel a evaluar sus experimentos de variedades de tomate, zapallo, melón fuera de Lima, incluyendo escalas en Paracas a comer apanado de tortuga (aquellos tiempos). Igualmente, a colectar tomates silvestres, labor que alguna vez nos encomendó a nosotros solos. El último viaje que hicimos fue a Huaraz justo unas semanas antes del terrible terremoto que arrasó con varios pueblos de la región.

Fue una época pues de convivencia y camaradería muy bonita, donde estudiamos juntos y analizábamos y discutíamos lo que leíamos y aprendimos mucho. Una anécdota simpática fue un sábado en que estábamos en el Huerto y recibimos una llamada de una comisaría del Rímac, que tenían detenido a Teodoro Alcalá, el encargado de compras y venta. La noche anterior se llevó la camioneta del Huerto y después de una parranda la había chocado, por suerte sin mayores consecuencias. Uno de nosotros se hizo pasar por profesor y lo fuimos a rescatar a él y a la camioneta sin que nadie más se enterara y el pudiera así conservar su trabajo.

Para Robert estudiar y trabajar para mantener a su familia le imponía una carga muy pesada. Me acuerdo que siendo solo cuatro estudiantes en la clase de diseños experimentales de Calzada Benza, al escuchar la monotonía de la tiza en la pizarra, tap, tap, tap, Robert se quedaba dormido después de haber empezado su día a las 2 am en la Parada como comprador de hortalizas y frutas para el supermercado Todos donde trabajaba. Yo escuchaba caer un lapicero y sabía que se había quedado dormido así que le daba de codazos para que se despertara antes de que el profesor se volteara. (unos de los descubrimientos que uno hace al salir a estudiar afuera es la procedencia de los libros de algunos profesores, por ejemplo, descubrí que el libro de Diseños Experimentales, best seller de Calzada era una traducción fidedigna del libro del mismo nombre, pero en inglés de Snedecor). Al inicio del segundo año en la escuela de graduados, tres de nosotros truncamos nuestros estudios ahí.

Carlos y Jorge consiguieron becas de LASPAU, el primero se fue a Rutgers y el segundo a la U de Texas en Austin y luego a U. of Illinois. yo tuve la suerte y privilegio de ir a estudiar con el mentor de Miguel Holle a la U de New Hampshire, Linc Pierce y luego a la U de California en Davis con su colaborador y autoridad en genética de tomate Charley Rick. Robert fue el único que se graduó con su maestría de la UNALM. De ahí se fue a Colombia a trabajar en el CIAT por varios años en el programa de frijol. Una anécdota que nos contó es que estando ahí sus jefes intentaron lanzar una nueva variedad de frijol. Por suerte él se enteró de esto antes que lo hicieran y pasaran un ridículo, ya que no era frijol sino un pallar chico que por el tamaño era fácil de confundir. Durante su estadía estelar en CIAT tuvo una oferta para sacar su doctorado en Inglaterra, pero desgraciadamente sus responsabilidades familiares se lo impidieron y fue así que se fue a trabajar a BASF en el Perú donde hizo la mayor parte de su carrera profesional.

Aunque durante el inicio de mis estudios en Estados Unidos pude reunirme inicialmente con Carlos y Jorge, pero perdí prácticamente contacto con Robert. Volví a verlo de una manera inesperada y que aún me pesa no haber podido tener la oportunidad de haberla aprovechado mejor. yo estaba recién contratado como profesor por UC Davis y había recibido la visita de un colaborador israelita de un proyecto de apio que había heredado de mi predecesor. Este señor había venido exclusivamente desde Israel a verme para coordinar nuestras labores de investigación así que no podía negarme a verlo.

Mientras estaba en conferencia con él me tocan la puerta de mi oficina y oh sorpresa era Robert con un grupo de visitantes de BASF. ya se imaginan mi cara de asombro y emoción al verlo, que duró muy poco ya que no pude deshacerme de mi visitante israelita y Robert sujeto a los planes de su jefe que estaba con él, se iba con su grupo a ver varios laboratorios. No tuve ni oportunidad de preguntarle donde se estaban quedando, al final me enteré que se había alojado fuera de Davis así que me dolió mucho no poder haberlo atendido como hubiera querido hacerlo. A raíz de ese encuentro fortuito, cada vez que pasaba por Lima lo llamaba a BASF para juntarnos y almorzar juntos. Después de ambos jubilarnos y yo de ir más a menudo al Perú, nuestros almuerzos fueron semanales en el Club Miraflores y con frecuencia también con Carlos Burga cuando no estaba ocupado con sus varios proyectos.

Fue por Robert que me hice socio del Club Miraflores donde pasé ratos muy alegres en las cenas de la promoción 67-68 que Roberto con frecuencia organizaba. Los últimos viajes que hicimos con Robert y Carlos fueron a Huaral al fundo de mandarinas de Pepe Martin donde Carlos tenía varios experimentos y a Ica, con paradas en Tacama y la Hacienda San José. El propósito de este último viaje fue enseñarles mi proyecto de producción de híbridos de espárrago.

En marzo del año pasado hicimos nuestra rutina social normal, aunque él se quejaba de dolores al nervio ciático, quizás relacionados al cáncer a la próstata que le diagnosticaron dos años atrás, el que desgraciadamente se lo descubrieron muy tarde ya que tenía tomado los huesos. En octubre fuimos a almorzar juntos con su hija Jennifer y Carlos Burga al club y nos sorprendió ver su fragilidad y su estado de confusión mental, aunque reconoció a todos, pero no podía mantener una conversación normal.

La última vez que lo vi fue una semana después en su departamento de San Isidro antes de regresarme a EEUU. Almorzamos un pollo y pudimos caminar por el malecón cerca de su casa, pero ya su estado mental había empeorado, lo que creyeron se debía a los medicamentos que tomaba, pero desgraciadamente su deterioro era irreversible. Su esposa Piedad estuvo siempre a su lado, siguiendo fielmente los votos matrimoniales de apoyarlo "en la salud y enfermedad", por lo cual me saco el sombrero por su dedicación y cuidado hacia Robert durante todo el periodo de su enfermedad sufriendo en silencio su calvario. Igualmente, la preocupación y apoyo incondicional de nuestro leal amigo Carlos Burga durante los últimos días de Robert, yendo a visitarlo hasta San Bartolo, a la clínica y a la casa de reposo en Lima donde acabó sus días.

Robert siempre fue un amigo fiel y un colega excepcional que con su conocimiento enciclopédico me ayudó mucho profesionalmente. Deja un vacío muy grande para mí y para muchos de nosotros, con su gran sentido del humor y memoria elefantica. Mis viajes al Perú no serán iguales en su ausencia cuando me venía a buscar para almorzar juntos.

Jorge W González

Por los va y viene del futuro salí de la Academia al terminar mi postgrado en la Universidad de Illinois y fui contratado por la Standard Fruit Company con sede en La Ceiba Honduras y mis viajes al Perú eran muy esporádicos, pero en la mayoría de ellos me comunicaba con Robert, quien llegó a conocer a mi familia, al punto que mi madre hasta los 102 años de vida, nunca se olvidaba del "Gringo Robert". Él tenía un carisma muy especial y atractivo. Le hice probar mondonguito de oveja (El caviar de los mondongos). Voy a tener grabadas en el corazón nuestras tertulias con Miguel Holle, Robert, Carlos Burga y el Flaco Quirós, antes y después de su enfermedad. El Quinteto de Oro, perdió a uno de sus mejores miembros.

José R. Benites Jump

Estimado Carlos Quirós, tu nota "Recordando a Robert Burns" trajo a mi memoria muchos gratos recuerdos de nuestra vida universitaria. Robert era un amigo muy especial por su carisma y sencillez. Después de graduarnos nuestras vidas tomaron diversos caminos y el año 2008 que decidí regresar al Perú y con el primero que contacté fue con Robert. Enterado de que tú estabas de paso por Lima él arregló una cita en el restaurante Huaca Pucllana para un reencuentro después de 41 años. En el año 2011 cuatro amigos: Carlos Llosa, Robert Burns, Oscar Mas y el suscrito nos reunimos en la oficina de Carlos. El motivo era formar una oficina consultora para varios temas del sector agropecuario. Se logró redactar un documento para inscribir la consultora en los registros públicos. Teníamos casi asegurado una consultoría con la FAO, pero coincidió con una oferta de trabajo que hizo que me ausente del Perú y según los Términos de Referencia yo fungía como el Director y la consultora como un organismo de apoyo. Luego nos veíamos con Robert de vez en cuando en cenas organizadas por él y anualmente en los reencuentros en el día de la Confraternidad Molinera. En el adjunto me refiero a nuestra experiencia del inicio de nuestra formación en la Facultad de Agronomía de la Pontificia Universidad Católica (PUCP) y el traslado que hicimos a la UNALM. En esa sección de tu nota discrepo contigo en algunos puntos, mejor dicho, tengo otro punto de vista que quería compartir contigo y los compañeros de la promoción. Aparte de eso tu nota es ágil, divertida y que describe de cuerpo entero a Robert y su don de gente.

Oscar Mas Rivero

Cómo no recordar al buen gringo Robert, amigo desde temprana edad, fuimos amigos de barrio, la famosa Quinta Reducto que quedaba en la primera cuadra de Grimaldo del Solar en Miraflores, tiempos en que jugábamos fulbito en la calle y había que estar pendiente si venía el patrullero; el primero que lo divisaba aparecer por la esquina al grito de ¡patrullero! salíamos disparados y desaparecíamos por los callejones que eran las puertas falsas de las casas.

El gringo gran aficionado al fútbol era zurdo e hincha acérrimo del Sport Boys del Callao de donde era su mamá. Titular indiscutible en los partidos de fútbol que jugaba el representativo de la Quinta, me acuerdo de un partido que jugaron en Chorrillos en la Cancha de los Muertos.

Nos conocimos desde la edad de 15 años, él vivió sus primeros años en la quinta Reducto y luego se mudaron a la calle Enrique Palacios cuadra 2, pero él siguió yendo a la Qmuinta Reducto, estudió en el colegio San Francisco, en la Av. Arequipa frente al colegio San Onofre y a la Casa Marsano. Tuvo su primera enamorada Herminia Vargas (a) Mina que vivía en la Quinta Reducto en la Quinta del Medio.

Qué buenas épocas vivimos con el gringo a pesar que siempre estaba serio, tenía un humor fino propio de un escocés, su padre escocés, el buen George, quien trabajaba en la oficina de Panagra, cerca del aeropuerto Limatambo en cuyo edificio principal está ahora el Ministerio del Interior. Su mamá era chalaca la buena Cesárea Rangel, el gringo tuvo 4 hermanos todos hombres: George, Donald, Edwin y Richard.

El gringo se presentó a la UNI, quería seguir ingeniería, pero no ingresó y le conté que yo ya había ingresado a la UNALM a través de la Pre y le convencí que se presentara a la UNALM e ingresó. Él ya estaba casado y tenía un hijo y vivía en San Antonio. No recuerdo si fue en segundo o tercer año que "heredó" el Buick Special gris 4 puertas de su padre y empezó a ir a la universidad en el auto. Me acuerdo que estando un día en la Estación Experimental de la Molina uno de nosotros estaba parado en la esquina de una de las casas y el gringo queriendo hacer una maniobra para demostrar su dominio del Buick simuló que lo iba a atropellar, pero que al final lo iba a esquivar, pero no calculó bien y menos mal que el pata se retiró a tiempo y el Buick raspó la esquina donde había estado parado el pata. No recuerdo si ese pata fue el cabezón Llosa; ojalá que alguien que lea este recuerdo pueda aclarar de que pata se trató. Así como estás situaciones tuvo otras en que emitía opiniones sobre situaciones serias que causaban hilaridad, pero el siempre serio o a lo más una ligera sonrisa. Descansa en paz mi querido gringuito, estabas sufriendo mucho y no te lo merecías por lo buena persona que siempre que podías ayudabas sin jamás alardear, como si fuera lo más natural porque te nacía.

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