lunes, 31 de agosto de 2020

13.5 EL INTERNADO

Edilberto Guevara, Ingeniería Agrícola

Al iniciar el segundo año, el Departamento de Bienestar Estudiantil me ubicó en un camarote en una habitación que compartíamos con otros cinco molineros. Así es que tuve derecho a residenciarme en uno de los más codiciados suburbios, solo a unos 20 kilómetros del centro de la gran ciudad, fuera de la capa llorona de neblina que encasqueta a Lima durante casi todo el año, obligando a sus pobladores a convertir los pulmones en branquias. Una habitación compartida en los pabellones de la Universidad costaba 50 soles y las tres comidas diarias, 300. Las residencias estudiantiles se clasificaban por su ubicación y por el número de camarotes por habitación. Las de mejor ubicación y los cuartos con dos camas eran reservados para los internos más antiguos; solo había unas pocas habitaciones individuales ocupadas por estudiantes que ejercían el liderazgo estudiantil.

Durante los dos primeros años compartí la habitación con tres paisanos de Cajamarca en el pabellón del perraje, es decir el pabellón central del internado; uno de ellos era Hubert Vergara. El año siguiente me mudé a la residencia de los aguateros, habiendo subido dos puntos en la escala social molinera. Durante los tres períodos siguientes logré una ubicación en la residencia de los serruchos, nombre proveniente del hecho de ser ocupada mayormente por provincianos de la sierra. Me tocó compartir la habitación con Porfirio Mejía Díaz, conocido popularmente como Joselito, un paisano de Santa Cruz, ya ‘madurón’ digno de admirar por su esfuerzo y dedicación, que había dilatado sus estudios secundarios por que trabajaba varias noches de enfermero en el Hospital Obrero de la Avenida Grau y en la universidad solo llevaba media carga académica o menos para no entrar en observación. Sé que Joselito realizó su tesis de ingeniero analizando las aguas servidas de la ciudad de Piura, pero su actividad profesional la llevaría a cabo en Cajamarca; desde la graduación, no he vuelto a saber de él. Durante mi última visita a Cajamarca no me fue posible ubicarlo y perdí la oportunidad de verlo de nuevo.

Los últimos tres períodos logré colocarme a la cabeza de los derechos de preferencia en el internado de La Molina, los que hasta entonces se hacían por estricto orden de señorío. El hecho es que logré que el Dr. De La Vega, del Departamento de Bienestar Estudiantil sometiera a consideración de la asamblea de residentes la modificación del reglamento en el artículo que hablaba de los derechos de antigüedad, mediante los cuales, las mejores habitaciones eran asignadas a los molineros que estuvieran más tiempo en el internado, sin tomar en cuenta los rendimientos; lo que había ocasionado que estudiantes con más de cinco años de permanencia se habían adueñado de los preciados ‘bungalows’. Con la airada protesta de los más antiguos se aprobó la modificación en el sentido que, en lo sucesivo, los derechos de preferencia se obtendrían considerando el menor tiempo faltante para concluir la carrera en el tiempo reglamentario. De ese modo, fui ubicado en un ‘bungalow’ de la residencia de los Serruchos, desalojando a uno de los más antiguos, enquistado por años en el internado.

Aníbal Romero Sánchez (Ciencias Sociales)

Haber estudiado en la Universidad Nacional Agraria La Molina en calidad de interno era lo más privilegiado de lo que podíamos imaginar. Respirábamos el alma molinera durante las 24 horas del día y durante los años que duró los estudios como provincianos no teníamos la suerte de vivir en familia como gran parte de los estudiantes que gozaban de tener un hogar conjuntamente a sus padres. Nosotros, no teníamos esa suerte y solo nos comunicábamos con nuestros padres a través del hilo telefónico que en esa época significaba unos minutos, después de largas colas.

Sin embargo, al vivir como internos teníamos la suerte de compartir vivencias con la mayoría de trabajadores, ya sea en sus fiestas patronales, partidos de fulbito nocturnos, almuerzos especiales los días domingos, servicio exclusivo de movilidad los días sábados y domingos y por ahí algunos romances que terminaron en matrimonio. Teníamos tres grandes fiestas al año animados por la orquesta de Freddy Roland y su cantante Lina Panchano. La primera, era bienvenida a los nuevos internos, la segunda, día de la Asociación de Alumnos Residentes (ADAR), y la tercera despedida a los que se graduaban. Estas fiestas, creo eran financiadas por la universidad y el vino y pisco obsequiados por molineros que habían sido también internos.

Una anécdota de película ocurrió en un campeonato entre equipos de internos de fulbito nocturno (pabellón los molineros, central, avícola, serruchos, y otros), para lo cual teníamos nuestras madrinas. Ocurre que nuestro equipo olvidó preparar un ramo de flores y encargamos a “Shamuco” Soto preparar de prisa el ramo y apareció con un ramo inmenso de flores blancas que destilaba un líquido lechoso. Al día siguiente estalló el escándalo porque se trataba de una especie de planta de caucho que había sido importada para investigación y había costado un dineral su importación. Cómo no recordar a nuestros presidentes de la ADAR, Pancho Frías, Eduardo Lago Bambaren. 


Guillermo Octavio Cubillas Soto (Ingeniería Agrícola)

Ser interno en la Universidad Nacional Agraria La Molina (Residencia Central) era como vivir en una gran casa con todos los servicios disponibles; el comedor estudiantil, la biblioteca, el vivero, las canchas de fútbol y de basquetbol, así como los grandes jardines, un gimnasio y profesores de judo y de folclore; los jueves teníamos teatro y había un Bus que nos llevaba al centro de Lima y regresaba a las 12 de la noche. Creo que llegué a participar en la mayoría de deportes posibles, teniendo como los preferidos al judo y al ajedrez que se convirtió en mi pasión y hasta ahora practico. Soy de primera categoría a Nivel Nacional y tengo Elo FIDE[1]  Internacional clasificado 1647.

En esos años todo mi tiempo se ocupaba con las clases, las prácticas de los cursos regulares y todas mis necesidades estaban cubiertas por lo que no tenía gastos y las propinas que recibía de mi madre o de mis tíos al comienzo de mes las mantenía intactas hasta fin de mes, así me aseguraba tener disponibilidad de dinero para cualquier eventualidad. ¡No sé si fue tacañería, falta de tiempo o previsión!


[1] La Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) es la organización encargada de gobernar mundialmente toda competición ajedrecística. Con un intervalo de dos meses publica clasificaciones de los mejores ajedrecistas de la historia, así como de los 100 jugadores en activo más fuertes. Para ello, se vale del sistema de puntuación Elo



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