lunes, 31 de agosto de 2020

8.4 CICLO DE ENTRENAMIENTO Y ENSEÑANZA EN MANEJO DE BOSQUES TROPICALES

Los estrategas de la facultad concibieron como parte de la formación profesional de todo forestal de la UNALM realizar un ciclo de un semestre académico en la Unidad Técnica de Capacitación Forestal (UTCF). En la foto de abajo se ve a un grupo de egresados de la promoción, realizando prácticas de uso de motosierra para el tumbado de árboles en la UTCF. En este caso un gran árbol con raíces tablares ha sido apeado bajo la tutela del profesor Rene Campos.


La UTCF fue una infraestructura de aproximadamente 3000 hectáreas de bosques tropicales cedida por el Estado a la facultad, localizadas en la margen izquierda del rio Huallaga, muy cerca de la localidad de Aucayacu, a 55 km de Tingo María. 

Entre julio y octubre de 1966 unos12 estudiantes de nuestra y otras promociones que cumplían los pre requisitos fuimos seleccionados para realizar el ciclo de entrenamiento en Aucayacu, que incluía visitas de estudio a la fábrica de MAPRESA en Tingo María, y al Parque Industrial Forestal de Pucallpa. 

Existían dos casonas de tablas ‘emponadas’ para el alojamiento de estudiantes y una tercera más pequeña para alojamiento de profesores, luego teníamos una sala de clases que también servía de comedor y una cocina con techo separado. El ‘emponado’ es una modalidad constructiva sobre pilotes de madera levantados cerca de un metro sobre el nivel del suelo para prevenir el ingreso de animales e insectos indeseables que abundaban en el bosque cercano. 

La electricidad era provista por un grupo electrógeno y agua de pozo por bombeo. De vez en cuando nos quedábamos sin luz y sin agua por falta de combustible o por fallas de máquina. 

El centro tenía un administrador, un chofer, un motorista y una cocinera, quienes se encargaban de las tareas de suministros y logística. La administración estaba a cargo del Ing. Rafael Lao, quien se esmeraba por atendernos bien, y evitar reclamos, el chofer de nombre Elisban, un joven casado curtido como guía de fines de semana, también manejaba el tractor de oruga que tenía el Centro para ciertas operaciones de construcción y mantenimiento de caminos y extracción forestal. La cocinera era una recia mujer de nombre Brígida que no aceptaba bromas.

Todos los gastos de traslados, alojamiento y alimentación eran sufragados por la FCF.

Los cursos estaban organizados en bloques, es decir cada profesor comenzaba su curso y continuaba todos los días siguientes hasta terminar el syllabus, con clases tanto teóricas como prácticas y exámenes de medio y fin de curso. 

El primer curso se llamaba Adaptación a la Selva, y consistía básicamente en aprender a supervivir en el bosque haciendo caminos, armando campamentos, instalando mosquiteros, preparando comidas con leña, prevenir accidentes y contaminación, entre otros. Para los selváticos este era un paseo en el bosque, pero para los serranitos y costeñitos era una verdadera prueba de fuego de lo que tenían que afrontar más adelante como profesionales forestales. 

Algunos sufrían, otros nos divertíamos. El que más sufría era el huancavelicano Florencio Gonzalo (lolo) quien se vistió con uniforme de “ranger” del Ejército, donde su padre trabajaba. El uniforme le resultaba muy pesado sobre todo los borceguíes, no sabía esquivar las lianas del camino o las zanjas, donde se tropezaba y caía con frecuencia al comienzo, la bautizamos como “ranger” de acequia. 

El curso estuvo a cargo del Ing. Adolfo Salazar. Por suerte recibimos la visita del Dr.  Oswaldo Meneses, Médico Veterinario del Instituto Nacional de Salud, especializado en Butantan, Brasil, de quien recibimos una extraordinaria catedra de Herpetología. Nos enseñó cómo evitar accidentes por mordeduras de víboras y como diferenciar las venenosas de las no venenosas, así como también a capturarlas vivas si fuese necesario. Más tarde como profesional del Parque Nacional del Manu trate de capturar viva una serpiente de dos metros de largo, pero fallé y resulte mordido, felizmente sabía que era una inofensiva ‘mantona’ no venenosa, pero me dejó unos cuantos dientes en la mano. 

Otro día que volvíamos del bosque al campamento guiados por don Adolfo Salazar, un grupo de nosotros nos retrasamos y nos perdimos en el bosque al tomar un camino equivocado que nos desvió del verdadero camino al campamento. Nos habían enseñado que en tales casos deberíamos seguir el camino, aunque no fuera el correcto pues este saldría a algún lugar civilizado, así lo hicimos, pero el desvío fue grande y salimos al rio Huallaga como a 4 km de distancia del campamento, y llegamos mucho más tarde. 

Encontramos el camino de regreso que bordeaba el rio, donde había una bodega que nos auxilió con un atún con arroz, y lo que no podría faltar, cerveza.  De pica, de rabia y de pena agotamos las existencias de cerveza. Nadie sabe cómo se pagó toda la cerveza que consumimos hasta la noche llegando al campamento a oscuras casi a las 9 de la noche. A esa hora, envalentonados por la bebida y el cansancio, tocamos la puerta del dormitorio del Ing. Salazar quien ante nuestros llamados tuvo que hacerse presente para escuchar nuestras disculpas. 

En las semanas y meses siguientes continuó el desarrollo de los demás cursos teórico prácticos: Dendrología a cargo de Adolfo Salazar, Inventario forestal, a cargo de Elmo Montenegro, Aprovechamiento forestal a cargo de Levi Lakio y Rene Campos, Ecología a cargo de Delfín Goitia, Productos forestales a cargo de Jorge Bueno, y Protección forestal a cargo de Consuelo Bazán. 

Habíamos avanzado unos 20 créditos del plan de estudios. Al regreso a Lima por carretera, nos encontramos que la universidad estaba recesada por una huelga impuesta por los estudiantes, nosotros fuimos los únicos que no perdimos un semestre.

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