Carlos Quirós
Es muy grato recordar el comedor estudiantil donde nos daban un menú completo por unos cuantos soles o ¿quizás centavos? Sacábamos el abono mensual y teníamos asegurada nuestra alimentación que se servían en unas charolas de metal con divisiones limpias pero muy abolladas por los años de uso. Uno de los platos preferidos eran el ‘mondonguito’ italiano y la ‘carapulcra’ que venían por supuesto con su emoliente de cebada
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