lunes, 31 de agosto de 2020

6.7 MEMORIAS DE UN ZOOTECNISTA

Hugo Soplin 


En el ínterin de las clases en la Pre, nos llevaban a visitar la UNALM y lógicamente como ya la han descrito, quedamos maravillados. Como complemento, también asistíamos a los famosos partidos de básquetbol entre la Agraria y la UNI, en el Coliseo del Puente del Ejército, partido que sacaba chispas, pues tres de los jugadores de la Selección Nacional jugaban por la UNI y otros tres, por la Agraria (creo que Claudet y Rizo Patrón entre ellos). No puedo dejar de mencionar a Juan Luis Cipriani Thorne (fue, nuestro Cardenal), que jugaba por la UNI, a quien maldecíamos, pues a pesar de jugar con lentes, hacía fabulosas canastas. Las coplas eran muchas - Muchachos - ¿quien habló mal de la Molina?, seguro fue un ingeniero, de esos que hacen casa barata para "tirarse" la plata. Sacábamos a pasear un burro con uniforme de la UNI.

Al terminar el año, y ver la lista de los ingresantes, me di con la grata sorpresa que había ingresado a nuestra querida UNALM. Dejé de lado la idea de postular a San Marcos y me dije: "ya que no puedo ser médico de humanos, lo seré de animales". Por esta razón, escogí la carrera de zootecnia, de la que me siento muy orgulloso. 

Ingresé con todos en 1963 y me gradué a mediados de 1968, por el receso de medio año en 1966. Nunca hice cursos de verano y los aprovechaba para irme de prácticas. Cuando practicaba en Vitor (Arequipa), mi jefe era el Ing. Zootecnista Aramburu, de la UNALM, que era bajito, pura fibra y había sido levantador de pesas, del cual aprendí mucho. Frente al establo, al otro lado de la panamericana, había una cancha de futbol que no estaba cercada. A finales de mi segunda semana me dijo que para el domingo debería "sacar mi entrada" para ver un partido de fútbol en la mencionada cancha. Le dije: porqué entrada, si la cancha no estaba cercada, a lo que me respondió: "no sea inocente, vaya y cómprese media caja de cervezas". Así lo hice y la verdad no recuerdo quien jugaba ni quien ganó. 

Un sábado me pidió que lo acompañase a Mollendo para visitar unos productores, y nos fuimos en su camioneta. Luego de las visitas, como era muy popular, nos invitaron un "cebichito" y empezó la ronda de "chelas." Me dijo que por si acaso, no tomase, pues de repente tendría que manejar. En ese entonces no sabía manejar y mi única experiencia era el manejo de un pequeño tractorcito que halaba un tráiler con chala picada para alimentar los comederos de las vacas en el establo. Como el "Inge" terminó entre Pisco y Nazca, tuve que manejar de regreso por la noche, siguiendo sus indicaciones cada vez que se despertaba y entre sueños me decía "despacio y siempre pégate a tu derecha". A Dios gracias llegamos al establo, sin novedad. 

La práctica en la hacienda Collacachi, de propiedad de la familia Muñoz Najar de Arequipa, la hice con mi gran amigo Enrique (Coco) Del Pomar. Viajamos a Arequipa a entrevistarnos con el dueño quien nos proporcionó dinero para comprar los pasajes para viajar en tren en Buffet. Comparamos los precios y decidimos viajar en segunda para ahorrarnos algunos chivilines. Así lo hicimos y viajamos durante el día cómodamente, pues los asientos estaban muy bien forrados con cuerina. Llegando a Puno, nos trasportaron a la hacienda ubicada en las alturas (3,970 msnm) en un viaje que demoraba casi una hora. La casa que nos dieron era hermosa, tipo colonial, con chimenea y tina de baño. A la semana, un domingo, se nos ocurrió participar en un partido de fútbol, y nos tuvieron que sacar en camilla y suministrarnos oxígeno pues nos dio un soroche de padre y señor mío. 

Allí aprendí a montar caballo a lo macho, pues no había silla de montar, solo las bridas, los estribos y un vellón de oveja como asiento. Con Coco del Pomar hacíamos carreras. Mi caballo se llamaba "negro chilino", que era medio loco, pues cuando estaba al galope, volteaba la cabeza a la izquierda y yo tenía temor de salir volando por delante. Un día al estar haciéndolo, se me rompió uno de los estribos y como estábamos al galope le decía a Coco: "Coco, para, para, se me ha roto un estribo", a lo cual, con una sonrisa cachacienta, en vez de parar aceleraba el galope y mirando a mi caballo le decía: "mátalo, mátalo". Felizmente se compadeció, paró y regresamos riéndonos. En esa práctica aprendimos mucho de la crianza de ovinos y alpacas. Sobre todo, las castraciones con "Burdizo" e inclusive con los dientes, esquila, clasificación de vellones por finura de lana e identificación de parásitos gastrointestinales. 

Prácticamente estábamos en un seminario para curas. Solamente los domingos por la tarde, la hermana del dueño, la Sra. Camucha nos llevaba a la ciudad de Puno, para escuchar misa. Nosotros nos quedábamos atrás cerca de la puerta y nos salíamos para conocer algo de la ciudad y tomarnos un par de chelas. Calculando que ya estaban en la comunión, regresábamos a la iglesia. Así lo hicimos una vez más, y allí quedó, pues creo que la Sra. se dio cuenta, quizá por el tufo y ya no nos volvió a bajar a la ciudad. 

Al terminar la práctica, de regreso a Arequipa hicimos lo mismo que a la ida, y nos "quemamos." Sacamos pasaje en tren, en segunda y viajamos por la noche. Los asientos estaban a los costados y eran largos y de madera. En cada parada subían nuestros paisanos bien forrados y con su "olorcito" típico, por lo que con Coco nos sentamos espalda con espalda para no dejar que se nos pegase nadie. Sin embargo, el frío era tan intenso que llamábamos a los paisanos para sentarse a nuestro lado y así calentarnos algo más, olvidándonos de los olores. 

Aún no había llevado el curso de pastos y forrajes que dictaba el Dr. Oscar de Córdova y, dado un ofrecimiento de trabajo en Leche Gloria y que la base de la alimentación del ganado lechero en Arequipa, son los forrajes, me hice la promesa de dedicarme a fondo en dicho curso, para no defraudar a mis futuros empleadores. Así lo hice, destaqué en el curso, el Dr. De Córdova me consiguió una bolsa de trabajo y finalmente me habló de ingresar a la docencia, con la posibilidad de estudiar la Maestría en los EEUU. En ese entonces, la mayoría de los docentes asociados o principales tenían muy buen status; carros del año (Dodge importados por la UNALM) y sus hijas estudiaban en el Villa María o en Reina de los Ángeles. Tuve que tomar una decisión: UNALM o Leche Gloria. La decisión la conocen y por ello trabajé en nuestra Alma Mater, desde Setiembre de 1968, hasta el 12 de febrero del presente año, en que cumplí 75 años de edad, y me cesaron.

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